Trotamundos.
Viajar no es tan sólo moverse en el espacio. Más que eso, es acomodar el espíritu, predisponer el alma y aprender de nuevo. Ortega y Gasset

África será siempre la de la época de los mapas de la era victoriana, el inexplorado continente vacío con la forma de un corazón humano

Graham Greene

La web para los que viajan sin prisa
África en el Corazón

Parque Nacional Nakuru


Nuestro primer día de viaje termina en el Parque Nacional Nakuru, donde llegamos a media tarde para montar nuestro campamento y tuvimos nuestra primera lucha, y por supuesto derrota, con un grupo de monos que estaban empeñados en dejarnos sin pertenencias ni utensilios de cocina y que eran increíblemente rápidos para nuestros lentos reflejos; la batalla se saldó con unas cuantas piezas de fruta que acabaron en los árboles, una caja de cerillas que, después de habérsela comido, igual mejoraron la inteligencia del mono por su alto contenido en fósforo, y unos cuantos utensilios que regresaron a nosotros en forma de proyectiles cuando los monos descubrieron con gran cabreo por su parte que no eran comestibles. Después de esta escaramuza, cogimos nuestro camión para recorrer el parque, y en un corto trayecto, porque la noche se echaba encima, pudimos visitar un gran lago, o al menos lo parecía, ya que la enorme concentración de flamencos no permitía ver el agua, tan sólo una mancha rosada de kilómetros de longitud. En nuestro retorno al campamento aún tuvimos la oportunidad de ver antílopes, jabalíes, impalas y un grupo de rinocerontes que descansaba plácidamente en una pradera, sin ganas de mover sus enormes cuerpos y que nos ignoraba totalmente en nuestro afán de sacar fotos y filmar vídeo; satisfechos por la contemplación de estos poderosos animales, aún tuvimos la oportunidad de ver descender un leopardo de un árbol que se recortaba en el atardecer africano.

Con nuestros sentidos aún embriagados por todas las sensaciones recibidas en nuestro primer día, disfrutamos de una cena preparada por nuestro fantástico cocinero Johannes, un africano de edad indefinida que siempre cubría su cabeza con un sombrero de cowboy y que tenía una piel tan dura que me recordó a los rinocerontes que acabábamos de ver, ya que cogía con total tranquilidad las ollas directamente del fuego; probablemente 40 años de cocinero habían curtido su piel, pero no su alma, porque era de trato afable y sonrisa presta. Con el cuerpo agotado y tanto el espíritu como el buche bien alimentados, nos retiramos a la tienda de campaña, pensando que todos esos ruidos extraños que se oían en la noche no nos dejarían dormir, pero este pensamiento se diluyó rápidamente y quedamos totalmente traspuestos en cuestión de minutos.

Para un noctámbulo como yo, levantarse a las 6 de la mañana es siempre un suplicio, pero en África parecía que un resorte en mi saco de dormir me ejectaba de la tienda a esa hora mágica en que la luz se empieza a filtrar entre la neblina de la jungla creando imágenes impresionistas en las que nada era lo que parecía ni parecía lo que era. Después de un desayuno copioso que nos pone en forma para un nuevo día de movimiento y ajetreo, desmontamos el campamento en un pis pas y nos dirigimos en nuestro camión al encuentro con las jirafas del parque. El sol empieza a hacer valer su poderío y la niebla se despeja totalmente, ofreciéndonos una visión maravillosa de un grupo de cabezas, unas 15, de jirafas asomando por las copas de los árboles; la jirafa es un animal muy tímido, por lo que cualquier intento de acercarnos con el camión es vano, empiezan a poner su imposible cuerpo en movimiento y con 4 zancadas de sus interminables patas se alejan de nosotros unos cientos de metros; como la máxima de la sabana es que todo lo que se mueve y hace ruido es visto enseguida, decidimos parar el motor de nuestro camión y esperar pacientemente a que las jirafas se acercaran a nosotros; después de un rato observamos lo que parece una familia, con un macho, una hembra y una cría de pocos meses, que aparecen entre los árboles cerca del camino y pasan a solamente 10 metros de nuestro camión, distancia suficiente para apreciar con detalle su maravilloso estampado y esa cabecita plantada al final de su poderoso cuello, con 2 pequeños cuernos a modo de antenas; se detienen a mordisquear las tiernas hojas de las copas de los árboles y siguen su camino parsimoniosamente. Regresamos satisfechos de haber compartido nuestro desayuno con las jirafas, y nos dirigimos a una parte más elevada del parque desde la que se puede divisar en todo su esplendor el lago que habíamos visto el día anterior y que desde la altura todavía parece más rosa. Como tenemos un largo trayecto de carretera hacia Uganda, nos ponemos en marcha rápidamente.

Nuestro camión está descubierto en los laterales, protegidos por unas lonas que se desenrollan en caso de lluvia o frío, algo que por suerte sólo tendremos que hacer 1 vez en todo el viaje; por ello, las vistas y el contacto con el exterior es excelente, y las largas horas de recorrido se hacen amenas porque todo el mundo que nos adelanta nos saluda con un Jambo que significa hola en swahili. En el trayecto pasamos del verano al invierno, es decir cruzamos el Ecuador, que está simbolizado con una estatua circular en la que se marcan el Norte y el Sur y nos hacemos la foto obligada. Hacemos una parada en Kabale para aprovisionarnos de comida y dar una vuelta por el pueblo que es como la mayoría que cruzaremos en nuestro viaje, casas bajas de adobe con calles sin asfaltar y mucha gente desocupada poblando las calles, además de mercados callejeros donde se puede comprar absolutamente de todo, hacerse un traje por un sastre diplomado, comprarse un ataúd recién pulido, cortarse el pelo, etcétera, etcétera. El estado de las carreteras es bastante bueno en Kenya y empezamos a pensar que África, al menos algunos países, no es tan subdesarrollada ni está en un estado tan precario como esperábamos. Ciertamente estamos en la época seca, ya que es comienzo del invierno, y los caminos están mucho más transitables que en la época de lluvias. Las carreteras son también el eje vital del país ya que cualquier persona que tiene algo que vender se sitúa en sus arcenes para comerciar; cada cierto tiempo se ve gente vendiendo carbón vegetal que es el que se utiliza principalmente para cocinar además de la madera, y también se observan frecuentemente hornos de cocción de ladrillos para la construcción; también sorprende ver que muchos tejados de casa están hechos de planchas de cinc, lo que a nosotros nos desagrada estéticamente pero se revela como un símbolo de status económico cuando se lo preguntamos a la gente, ya que los tejados de hojas se deterioran con mucha facilidad y rapidez y aquellos que se pueden comprar el tejado de cinc, no razonan con nuestros criterios estéticos sino prácticos, lo que te hace pensar que es un error sacar conclusiones sobre lo que ves en África partiendo de nuestros razonamientos.

La idílica visión de un sol rojo que hace arder el horizonte cuando estamos a sólo 2 kms del campamento se rompe bruscamente cuando nuestro camión queda atascado en el barro; en estas circunstancias uno se da cuenta de que en África la solución a los problemas no está en una llamada telefónica que haga acudir a la grúa, sino que te tienes que buscar la vida y solucionarlos tú mismo, como así hicimos, coger palas, troncos, piedras y cualquier cosa que pudiera ayudar a sacar el camión de un agujero cada vez más profundo, además de 50 brazos que empujaban con todas sus fuerza para salir del atolladero; aún así tardamos 1 hora en poder sacar el camión, con el barro hasta las cejas, y en vista de que el resto de la pista estaba en las mismas condiciones, realizamos el resto del camino a pie hasta llegar al campamento de Eldoret, un lugar en medio de la nada y que sorprendentemente nos ofrece una ducha reparadora caliente con un sistema tan básico como efectivo de calentar un depósito metálico de agua con un fuego que mezclada con agua proveniente de otro depósito de agua fría te permitía disfrutar de las comodidades de la vida moderna. El propietario del campamento es un indio, algo habitual en Kenya en el mundo de los negocios, y que también nos proporciona la comida india más deliciosa que hayamos probado nunca, acompañada de cerveza ¡fría!.
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